Por muy simpático que nos caiga el Sr. Wert, ha sido el único ministro de Educación que ha intentado poner coto a los abusos en Cataluña (y por extensión a todas las que tienen otra lengua cooficial), parte de un error de concepto muy grave: asumir la inmersión lingüística. Se asume que, para "revitalizar" una lengua, es perfectamente válido escolarizar a los alumnos en la lengua regional en la medida que decida cada gobierno regional cualquiera que sea la lengua materna del niño, sin consulta a sus padres y sin posibilidad de opción alternativa. La inmersión es un abuso evidente y además ilegal como han establecido el TC y el TS. Y aunque no lo dijese ningún tribunal: normalizar al alumno supone entender que el alumno normalizando es un anormal inferior y, por lo mismo, el normalizante un ser superior que debe meter en vereda a los descarriados. La normalización lingüística, tal y como se ha practicado en España, es aberrante y totalitaria.
Y el segundo error del Ministro Wert es fiar a la iniciativa privada la satisfacción de un derecho que se debe cumplir en la enseñanza pública: si el castellano no es lengua vehicular en la pública, obligan a la Generalidad a pagar un colegio privado. Pago que nunca se va a producir porque ni los padres se van a retratar, ni habrá oferta privada libre, ni la Generalidad va a soltar un céntimo para esto.
¿No sería mejor garantizar los derechos lingüísticos en la pública y dejar a la iniciativa privada la satisfacción de las necesidades demandadas por sus clientes/usuarios?. Por ejemplo, una solución válida como muchas otras posibles: en la pública, lengua vehicular 50%-50% y en la privada y concertada libre oferta y demanda según acuerdo entre ofertantes y demandantes, así habría colegios 100% en español, o 100% en catalán, o colegios con educación mixta, o 100% en inglés, ¿qué importa? si son los usuarios los que tendrían la opción de escogerlos libremente. Libertad de enseñanza, otro principio de la C.E que no se cumple.
Hay muchas posibilidades para solucionar este problema pero todas ellas pasan por tener claro que la libertad no es negociable y que no se pueden consentir por más tiempo los abusos que se han cometido con la puñetera normalización lingüística, sobre todo en Cataluña, donde además se están viendo sus frutos pero también en Galicia, Baleares y Valencia: el lavado de cerebro produce cerebros limpios y prestos para el aborregamiento, la manipulación y la estupidez.